Azullillo mezclado con aloe...(sabila) Fotos: M.E.M
Vea video Diablos Azules Paramin
...Simpatía por el diablo…El infierno esta encantador esta tarde…
El de Trinidad es sin duda el carnaval más animado del Caribe. Una fiesta que se agiganta ante los eventos carnavalescos más famosos del mundo, y que convoca a miles de visitantes, escondiendo sorpresas para quienes se alejan de las celebraciones callejeras más turísticas. Sorpresas como una perturbadora procesión de demonios azulados que se toman las calles de un pequeño poblado apenas cae el atardecer. Nos referimos a los legendarios Diablos Azules de Paramin, y alla vamos en un no tan flamante Jeep con varios reporteros.
La verdadera fiesta en Paramin comienza temprano, cuando las familias de este laberíntico caserío de callejuelas retorcidas que se encaraman sobre unos cerros cubiertos de selva al mejor estilo barrios pobres de los suburbios de Caracas, empiezan a prepararse para dar vida a los ‘‘diablos azules’’, igual como lo han venido haciendo desde el 1800. Nos reciben amigables y nos ofrecen agua, y comienzan a moler el azulillo (de ese que se usa para blanquear ropa), y a mezclarlo con la baba de la sábila (aloe vera). Con esto se recubren todo el cuerpo..., preste atención...
De los diablos azules se escucha hablar a cada rato en estos días de carnaval en Puerto España, la capital de Trinidad y Tobago, el más importante y parrandero del Caribe, ‘‘y el show más grande del mundo’’ según repiten los trinis con entusiasmo. Lo cierto es que se trata de una fiesta de las buenas. O mejor dicho, de un montón de fiestas que parten a comienzos de enero, varias semanas antes de la fecha oficial del carnaval.
Lo divertido del asunto es que cuando empieza el verdadero carnaval y las diversas bandas de steelpan (los pan son una suerte de timbales hechos con tambores petroleros templados a fuego), cantantes de soca (el pegajoso ritmo local), las multitudinarias comparsas disfrazadas y los carros alegóricos compiten sobre el “calipsódromo” del Queen’s Park Savannah ,Trinidad entera tiene varias semanas de parranda en el cuerpo merced a montones de fiestas paralelas. Y la de Paramin, este poblado ubicado a media hora de la capital, es una de las más atractivas y menos conocidas. Pero ellos no tienen steelpans, porque cuestan mucho dinero. Ellos se conforman con unas grandes latas de aceite vacías, que tiemplan al fuego improvisadamente, al mismo tiempo que hacen su famosa mezcla de azulillo con sábila.
Cuentan aquí que los diablos azules de Paramin nacieron a comienzos del siglo 19, cuando los negros secuestrados del África natal y uno que otro inmigrante indio, se pintaban el cuerpo para poder festejar y burlarse de los ricos blancos sin ser reconocidos.
Los únicos acordes que acompañaban la fiesta por entonces eran los hipnóticos tamborileos que ayudaban a transformar a los maltratados trabajadores en verdaderos demonios. Una creencia que permanece inalterable.
Para los habitantes de Paramin Hills, los participantes en este carnaval no actúan como demonios sino que lo son en verdad. y lo vivenciamos en carne propia, porque luego de un rato de estar alli, cuando empieza a caer la tarde sobre Paramin, los hasta hace poco amables y sonrientes integrantes de los grupos competidores, están ahora convertidos en monstruos de ojos desorbitados, que se retuercen con violencia y lanzan alaridos espeluznantes. Y eso que la fiesta está recién comenzando. Se acercan a ti con gestos amenazadores, y solo es posible calmarlos soltándoles un "titi", el dólar trinitario. Son seis por un dólar americano, por lo que no sale tan caro quitarse de encima la amenaza.
El carnaval de los diablos azules de Paramin se realiza el Lunes de Carnaval, que corresponde al último lunes antes del Miércoles de Ceniza. Es una experiencia realmente inolvidable, fascinante, porque hasta los hijos de los "diablos" que aun no hablan bien por su corta edad, al principio se asustan de ver cómo se van transformando sus padres, pero al poco tiempo ellos mismos comienzan a sentirse parte del fenómeno, a untarse la mezcolanza azul, y hasta tratan de espantar a los turistas.
Todo acaba bien entrada la noche, cuando un "sacerdote" vestido de blanco llega con una cruz y va exorcizándolos uno por uno.Van cayendo al suelo, convulsos y contritos, representando el triunfo del Bien sobre el Mal. Todo muy divertido, para quien gusta de este tipo de eventos tan fuera de lo común.
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