Wednesday, November 11, 2009

LAS HUARACHAS DE BILL







Fotos: Bill Milligan e Yndiana Montes

La historia nos remonta a 1542 cuando “El Mozo”, como le apodaban a Francisco de Montejo fundó Mérida, ciudad colonial que rezuma tradición en plazas, calles y avenidas, sin que por ello se deje de sentir el halo cosmopolita que la envuelve. Su reputación de tranquilidad y sosiego ha llevado a muchos mexicanos a mudarse aquí buscando precisamente la seguridad perdida en las grandes urbes. Y no solo los nacionales se aferran a esta joya, también europeos y norteamericanos en busca de algo más que sol, playa y arena, quedan cautivados por su vida nocturna, léase teatro, cine, espectáculos callejeros, restaurantes, y el simple deambular por callejuelas, recodos añejos y oscuros, en los que los ojos azules y el cabello claro no son óbice para una buena farra.
Mérida es famosa también por sus tejidos, talabartería y artesanato de todo tipo. Por eso cada año de ser posible, Bill Milligan M.D. vuelve a esta ciudad y automáticamente calza sus huarachas, los zapatos típicos mexicanos de cuero trenzado y suela de goma, forrados de cuero en la parte de arriba: “Si no fuera por el frio las usaría siempre, porque no hay nada mas cómodo que un par de huarachas de Mérida”, -dice convencido.
El hombre se siente como un guía turístico de primera en el casco histórico de esta ciudad de un poco más de trescientos mil habitantes. Como si fuera un merideño mas, muestra con orgullo las fotos de carnavales pasados, en los que apostado en el balcón principal de un hotel estratégicamente ubicado tomaba su Cerveza Modelo a la vez que captaba con su lente las voluptuosidades de las bellas participantes de las comparsas.
Conociendo y compartiendo mis gustos gastronómicos, me invita al mejor restaurante vegetariano de la ciudad, en el que no solo hay los más deliciosos platillos naturales, sino también exquisiteces más mundanas, rociadas con los mejores vinos. Se trata del Restaurante Amaro, una casona del siglo XVIII con un hermoso patio interior en el que están dispuestas las primorosas mesas bajo un imponente árbol de orquídea, y cuyo valor histórico radica en que en ella nació Andrés Quintana Roo, quien por ser periodista, poeta y soñador se caso sin pensarlo dos veces con la valiente revolucionaria Leona Vicario. Embajador, diputado y jurisconsulto, su sensibilidad social le hizo acreedor de que el Estado de Quintana Roo fuera bautizado con su nombre.
Atrapados por los sabores, aromas, colores y la simpatía de los meseros, volvimos en otras oportunidades por más tonadas y bohemia, además del excelente menú, porque hemos de resaltar aquí que el Amaro es un oasis en medio de la locura citadina. Es recomendable visitar a Mérida City los fines de semana que no hay tanto tráfico y el aire se aligera. Los días laborales bien vale la pena salir a conocer su maravilloso entorno y sus famosos circuitos ecoturísticos, que son fuera de serie, porque se traga bastante humo de los automotores caminando por sus calles.
Salimos de allí bien comidos y bebidos, y con una misión muy clara: ir a la Plaza Grande, en el mero corazón de Mérida, a buscar al mejor y más dedicado “limpiabotas” (en este caso “limpiahuarachas”), porque sencillamente este es un ritual que Bill viene haciendo cada vez que viene a Mérida. Y tiene que ser el primer día!
Como era viernes y los fines de semana estos no están, había que volar. Eran como las cuatro de la tarde y el rebullicio colorido que avistamos una cuadra antes capto mi atención. Que sucedía? Por todas partes sonrisas de jóvenes ataviadas de vistosos vestidos típicos, que no eran de los colores ni del estilo de los de Mérida, que son un tanto más señoriales. Caballeros con inmaculadas y planchadas guayaberas gesticulaban y sonreían, todo seguido por la prensa local. Hasta las parejitas sentadas en las típicas sillas dobles para enamorar dejaron de mirarse a los ojos y prestaron atención. El espectáculo estaba a punto de comenzar. Era un grupo típico de música y baile de Guajaca que vinieron invitados por la Secretaria de Cultura a hacer una serie de presentaciones en Mérida por varios días, y con el cual todos los concurrentes, los previamente invitados y los no informados que pasaban por allí, quedamos encantados. Hasta hubo tiempo para las fotos con tan encantadoras bailarinas.
Concluido el espectáculo llego el momento de sentarse “en el trono”, y Bill lo hizo ufano. José quedo un tanto sorprendido ante el despliegue fotográfico y lo interesados que estábamos en conocer el contenido de los pomos de su caja de trabajo. Diversos tipos de betún, grasas, pulituras varias…, hubo algunos de los que no soltó prenda que eran, secreto sumarial pues. La faena duró unos buenos 20 minutos y Bill lo contemplaba extasiado. Otras personas, entre ellas una mujer con sus hijos, también tomaron parte en el asunto, ponderando las virtudes de tan inmejorable limpiador de zapatos.
Todos felices y satisfechos. José quedo contento con su propina y Bill pago con gusto los 20 pesos (menos de dos dólares). Se despidieron como grandes amigos.
Caía la tarde en la Plaza Grande y recorrimos con la vista tanta maravilla arquitectónica: La suntuosa Catedral, la más antigua de América en tierra firme; el Teatro Mérida, remodelado al estilo “Art Deco”, el Nuevo Olimpo, admirado por lo ecléctico de su simbiosis arquitectónica; el Palacio Municipal, cuya fachada entona con el entorno de la Casa del Conquistador (1549), la más espectacular obra civil de arte plateresco esculpida por los mayas pero diseñada por los españoles..
Las niñas vendedoras de carteras, cintas, y objetos tejidos tomaban un descanso, jugando con un celular. Todo el día vendiendo sus mercaderías al inclemente sol.., una paleta, un trozo de fruta, la niñez aguanta toda la risa y todo el llanto del planeta. Al anochecer de vuelta a la ronda, por los restaurantes y lugares por donde se concentran los turistas. Y los precios, asombrosos, realmente buenos para el bolsillo del visitante, pero no para el indio que ha sufrido tanto con la crisis y la campana manipuladora de los medios con el tema de la Influenza, que ha causado la baja abrupta en las ventas.
Mérida..! Los días transcurrieron azules, hermosos, imponderables. Con eventos callejeros de poesía, teatro, orquestas varias y hasta ballet en la bella Plaza Santa Ana y en el Mercado Maya. Con compras compulsivas a finos artesanos. Con caminatas por el Paseo del Montejo y visitas a Museos, como el de Antropología. Con visitas a la Universidad, y meriendas en encantadores bares y cafeterías.
-Creo que necesito otro par huarachas Yndiana.., “Huarachas are really great…cuando se moldean a tu pie, si es un buen par de guarachas, son como una extensión de tu pie, tan cómodas, tan versátiles..”
-Cómpratelas, porque no va a haber tiempo de que limpies estas a la salida, y aunque buenas, hace años que las tienes. Unas nuevas te vendrían bien!
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Bill & Yndie agradecen a SEFOTUR por el apoyo brindado en este viaje. A los hoteles Maison Lafitte y Presidente Intercontinental por la estadía. A Turistransmerida por el transporte de Mérida a Chichen Itzá.
Restaurante Amaro: Calle 69 por 60 y 62. Centro Histórico, Mérida.

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